Maratón de lectura
Para todos los cursosHola chicos!!!compartimos más material de lectura, en esta ocasión cuentos fantásticos "El vestido de terciopelo "de Silvina Ocampo....Una prenda de vestir en ocasiones puede ser muy especial ... y "El grito "de María Luisa De Francesco.
Según Gabriel García Márquez, el cuento más corto que leyó es el del guatemalteco Augusto Monterroso y es éste: "Cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí".
En Antología de la literatura fantástica compilada por Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo. un cuento dice: "Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu".
En el libro Botánica del caos , Ana María Shua relata este breve cuento:
En el libro Botánica del caos , Ana María Shua relata este breve cuento:
"Ingenioso instrumento mide la intensidad de las emociones. La alegría es porosa, la pena tiene alto peso específico, la ira arranca el instrumento de las manos del técnico y se lo rompe en la cabeza, con justa razón".
El grito es uno de los cuentos fantasticos cortos para adolescentes de la escritora argentino-uruguaya Maria Luisa De Francesco. Cuento corto especialmente recomendado para jóvenes y adultos.
El grito es uno de los cuentos fantasticos cortos para adolescentes de la escritora argentino-uruguaya Maria Luisa De Francesco. Cuento corto especialmente recomendado para jóvenes y adultos.
"El grito"
Es un martes de calor adelantado. En pleno centro comercial los vendedores de sueños tienen público con sueldos nuevecitos. Una masa humana compra y otra, vende. Paquetes van y vienen.
La plaza de comidas abarrotada, no queda espacio. Me acomodo en un rincón olvidado bebiendo sólo un modesto café y me dedico a observar.
Las mujeres más extrañas están en esa mesa donde una de ellas, creo que la mayor, teje ganchillo. Su mesa es un caos de cosas desperdigadas, hilos, lanas, medicamentos, billeteras y tal vez un peine. Todo tirado como si hubiera sacudido la cartera con brusquedad sobre la tabla.
Ella teje impasible. La otra mujer viste una especie de toga verde musgo. Se acerca con la merienda, café con leche y unos bizcochos. Apenas la ve la del ganchillo suelta el tejido y se pone a beber y comer con ferocidad. La otra le hace una seña y la tejedora se mete unas pastillas, parecen medicamentos, en la boca junto al café y los bizcochos.
Come con avidez, le chorrea una baba amarronada con migas por la comisura de los labios. La de la toga se sienta con delicadeza, endulza el café con tranquilidad y desmiga un trozo de masa dulce con extremo cuidado. Le susurra algo a la tejedora que sólo sigue devorando. Y entonces con la boca llena, los ojos fijos y desorbitados, se para y grita.
Es un grito agónico, terrorífico, interminable. Todo se detiene en el centro comercial. Paran de tomar helados, paran las ofertas, se detienen los que compran y los que venden, dejan de humear los cafés. Se detiene el tiempo unos segundos o una vida, pueden ser lo mismo.
Luego la tejedora se sienta. Hace a un lado las sobras de la merienda y recomienza su labor de ganchillo. La otra no se ha inmutado. Cuando la tejedora reanuda su labor, las piezas calzan en su lugar.
Todo comienza otra vez como si el grito hubiera sido imaginario
Es un martes de calor adelantado. En pleno centro comercial los vendedores de sueños tienen público con sueldos nuevecitos. Una masa humana compra y otra, vende. Paquetes van y vienen.
La plaza de comidas abarrotada, no queda espacio. Me acomodo en un rincón olvidado bebiendo sólo un modesto café y me dedico a observar.
Las mujeres más extrañas están en esa mesa donde una de ellas, creo que la mayor, teje ganchillo. Su mesa es un caos de cosas desperdigadas, hilos, lanas, medicamentos, billeteras y tal vez un peine. Todo tirado como si hubiera sacudido la cartera con brusquedad sobre la tabla.
Ella teje impasible. La otra mujer viste una especie de toga verde musgo. Se acerca con la merienda, café con leche y unos bizcochos. Apenas la ve la del ganchillo suelta el tejido y se pone a beber y comer con ferocidad. La otra le hace una seña y la tejedora se mete unas pastillas, parecen medicamentos, en la boca junto al café y los bizcochos.
Come con avidez, le chorrea una baba amarronada con migas por la comisura de los labios. La de la toga se sienta con delicadeza, endulza el café con tranquilidad y desmiga un trozo de masa dulce con extremo cuidado. Le susurra algo a la tejedora que sólo sigue devorando. Y entonces con la boca llena, los ojos fijos y desorbitados, se para y grita.
Es un grito agónico, terrorífico, interminable. Todo se detiene en el centro comercial. Paran de tomar helados, paran las ofertas, se detienen los que compran y los que venden, dejan de humear los cafés. Se detiene el tiempo unos segundos o una vida, pueden ser lo mismo.
Luego la tejedora se sienta. Hace a un lado las sobras de la merienda y recomienza su labor de ganchillo. La otra no se ha inmutado. Cuando la tejedora reanuda su labor, las piezas calzan en su lugar.
Todo comienza otra vez como si el grito hubiera sido imaginario
AQUÍ ALGUNAS PORTADAS DE CUENTOS FANTASTICOS ALGUNOS ESTAN EN NUESTRA BIBLIOTECA
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